Nos encontramos en medio de las campañas del más grande proceso electoral de nuestra historia. Son tiempos en los cuales los ánimos de los partidos contendientes se elevan, los bandos partidistas expresan discursos que tratan de mostrar las virtudes de sus propuestas y critican con intensidad las propuestas de los adversarios.
El partido oficial se identifica con el gobierno de turno, mientras que la coalición opositora se muestra contraria a mantener las políticas en curso. Se trata de un mercado normal de las ideas en una contienda electoral que no tiene porqué ser tersa o tranquila, sino todo lo contrario. Todo eso es parte del ejercicio democrático. Por supuesto, siempre y cuando la oferta propagandística siga las reglas establecidas en el sistema constitucional. Ahí están las instituciones electorales para constatar su cumplimiento y, en su caso, fijar sanciones...